Texto: Jesús Antonio Borja
La ciudad mexicana de Guanajuato arrancó con las representaciones de los Entremeses Cervantinos un 20 de febrero de 1953. Son más de setenta años junto al Príncipe de los Ingenios, tiempo en el que infinidad de personas han participado para mantener vivo el espectáculo teatral de mayor trascendencia en su historia como ciudad.
De un modo u otro, todos los guanajuatenses han abrevado del Cervantismo en Guanajuato por lo que seguirán con el gusto de encontrar caminando a Cervantes y sus personajes, por las calles de la considerada Capital Cervantina de América.
Todo arrancó en la década de 1950. Guanajuato tenía treinta mil habitantes y para poder conseguir un buen libro era necesario abrir cuenta con don Alfonso Cué -librero muy querido y respetado en el pueblo-, para que lo encargara a la Ciudad de México y, posteriormente, lo fiase al interesado.
Destacaba en ese entonces un grupo de amigos que se reunían en una casa del callejón del Venado para escuchar música, cantar, leer, discutir sobre sus lecturas y realizar otras actividades que les permitieran alimentar el espíritu en una ciudad que no tenía suficientes centros de ocio y cultura para satisfacer las necesidades de sus habitantes.
Este grupo de intelectuales y bohemios sería parte fundamental de la vida cultural de la ciudad en años venideros.
Así, Armando Olivares Carrillo, Eugenio Trueba, Salvador Lanuza, Luis García Guerrero, Enrique Ruelas, Manuel Leal, José Guadalupe Herrera y Luis Pablo Castro, por mencionar a algunos, eran parte de este grupo del Venado.
Para todos ellos, la creación de la Escuela de Arte Dramático en la Universidad de Guanajuato representó su oportunidad, no de ser famosos ni mucho menos, sino de dedicarse de manera, digamos, formal a una actividad artística.
El Teatro Universitario de Guanajuato
Decía don Enrique Ruelas (Director fundador del Teatro Universitario): «El Teatro Universitario de Guanajuato nace en el año de 1952, durante el gobierno del licenciado José Aguilar y Maya y la Rectoría del licenciado Antonio Torres Gómez. Su primera experiencia es en teatro cerrado, el Teatro Juárez, y con una demostración del curso de Teoría y Práctica de la Actuación de la recién nacida Escuela de Arte Dramático de la Universidad de Guanajuato».
El trabajo teatral al que se refiere el maestro Ruelas es Arsénico y encaje, estrenada el 8 de agosto de 1952 en, ya dicho, el Teatro Juárez.
La llegada de Cervantes
Al parecer, todos quedaron contentos, actores y público, porque de inmediato se pensó en un nuevo espectáculo y después de charlas, lecturas, discusiones y demás, se decidió que se presentara un espectáculo basado en los Entremeses de don Miguel de Cervantes Saavedra.
Se eligieron tres de ellos: La guarda cuidadosa, El retablo de las maravillas y, el atribuido, Los habladores. Don Enrique Ruelas Espinosa realizó la adaptación de los textos a los que añadió un prólogo, textos de enlace y epílogo.
Aquí habría que aclarar que en cuanto a esto último, corren dos versiones: La primera otorga la adaptación de estos textos a don Manuel Leal (artista guanajuatense) y al Licenciado José de Jesús Gutiérrez, con la supervisión de don Armando Olivares Carrillo (Rector de la Universidad de Guanajuato, en aquel entonces). La segunda nos dice que solo fue obra de don Armando. Sea como fuere, el prólogo, textos de enlace y epílogo de los Entremeses de Guanajuato fue una adaptación a partir del libro El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra de Francisco Navarro y Ledesma, publicado en 1905 en aquella inolvidable Colección Austral.
El nombre original del espectáculo fue ‘Entremeses Cervantinos, su mundo imaginario y realidad de su mundo’ y termina con la lectura de un fragmento de Letanías de nuestro señor don Quijote de Rubén Darío.
Las crónicas de la época
«La ciudad de Guanajuato en 1950 se recuperaba de dos décadas difíciles de vida, y la llegada de los Entremeses permitió que la gente se identificara con el autor, con los personajes, con el mismo espectáculo y se mostrara orgullosa de contar con ellos, para la gente de Guanajuato», escribió la maestra Matilde Rangel.
Seguía la escritora «Autor y personajes son definitivamente amigos, se habla de ellos con cariño, con confianza. Todos saben algo del licenciado Vidriera, de la gitanilla, de Rinconete y Cortadillo. Todos hablan de Chirinos y Chanfalla, sintiéndose un poco cómplices de su engaño y travesura».
«Conocen a Cervantes. Han visto su silenciosa figura de carne y hueso deambular por la Plazuela, pueden describirlo: es delgado, soñador, con un doblado brazo inmóvil y tienen la vívida experiencia de que su sola imagen anima, como por arte de magia, un mundo alegre, tramposo, pícaro y generoso como son todos los pueblos cuando se les ve con mirada honesta. Todos han visto al rey de los hidalgos con su fiel escudero Sancho, también vivo, flaco y desmañado, bajar por los callejones entre un sobrio taller de campanas».
«Estas vivencias prolongadas han conformado una conducta o un ideal de conducta, una admiración y un respeto por el señor que aún pasea entre nosotros mostrándonos un mundo igual al nuestro, pero al mismo tiempo acompañado de su audaz Quijote, que ha querido ver un mundo diferente o que ha tenido la clarividencia de ver en el mundo eso que nadie ve pero que alguna vez todos hemos intuido o que anhelamos vivirlo a su manera», finalizaba Rangel.
La Capital Cervantina de América
La pícara popular dice que doña Esther Zuno de Echeverría llega a la Plazuela de San Roque para ver los Entremeses y al terminar la función, ella, maravillada, expresa su idea y apoyo para que en Guanajuato se realice un festival que tenga como espectáculo principal este de los Entremeses y se rinda homenaje a Cervantes.
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Parece que la verdad es otra: Luis Echeverría Álvarez, entonces delegado de su partido político en el estado, conocedor de las actividades culturales realizadas por el Teatro Universitario, solicita una función de los Entremeses Cervantinos. Dada la premura de la petición, no fue posible representarla y como opción se planteó la presentación de El Retablillo Jovial —obra que también conocía a la perfección—, la cual se llevó a cabo en el Mesón de San Antonio; en esta función, Luis Echeverría mencionó que la ciudad se merecía un festival cultural que tuviera en el Teatro Universitario de la Universidad de Guanajuato su principal atracción y aporte.
Posteriormente, al llegar a ocupar el cargo de presidente de la República se propone la realización de ese evento cultural, el Festival Internacional Cervantino, que toma su nombre precisamente de los Entremeses Cervantinos representados por el Teatro Universitario.
Con el tiempo, y a partir del montaje de los Entremeses, nace el gusto por Cervantes, crece la admiración por el Manco de Lepanto y por sus personajes. En Guanajuato, Cervantes encontró al público que tanto anhelaba.
La creación del Festival Internacional Cervantino, El Coloquio Cervantino Internacional, el programa Cervantes en todas partes, la lectura pública del Quijote y muchas actividades más han permitido que Guanajuato sea considerada Capital Cervantina de América.
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