La inflación y la consecuente subida de los tipos altos de interés son dos características que definen el momento económico en la actualidad.
Como explica el profesor Rubén Garrido, ‘la inflación se define como un aumento generalizado del índice de precios de consumo que conlleva una pérdida de poder adquisitivo generalizada. Las cifras actuales – con crecimientos del IPC cercanos al 10 por ciento – preocupan no sólo por sus efectos sobre la población en general, sino porque esta tendencia alcista puede enquistarse en la economía, tal como muestra la evolución también creciente de la inflación subyacente’.
Garrido avisa de que es importante vigilar la inflación por los importantes efectos que genera: costes en la asignación de recursos por las distorsiones que provoca en los sistemas de precios, pérdidas de competitividad internacional, retroceso en la capacidad de compra de las rentas que no se actualizan, etc.
Pero, sin duda, lo que más preocupa a las autoridades públicas es la tendencia a generar “espirales” inflacionistas: tensiones en la formación de precios que lleven a alzas progresivas. Aunque es altamente improbable en el ámbito europeo y norteamericano, no está lejano en el tiempo episodios como las hiperinflaciones, como la experimentada por Venezuela, donde el dinero pierde su valor y la economía colapsa, con el consiguiente sufrimiento en forma de desempleo, pobreza creciente y migraciones.
‘Podemos recordar las imágenes de la Alemania de entreguerras, donde los niños construían castillos con tacos de billetes’. Pero ¿alguien se beneficia de esta situación?, De una hiperinflación nadie, ya que el sistema económico tiende al colapso, pero de la inflación hay ganadores: ‘generalmente los grandes deudores, entre los que se encuentran los propios países, ya que la deuda pública tiende a perder valor con la inflación.
Por este hecho, a lo largo de la historia los gobiernos han generado procesos inflacionistas intentando recurrir al “impuesto inflacionario” para reducir en términos reales el valor de su deuda. Por este motivo, las economías más modernas han dotado de autonomía a los Bancos Centrales, para que pueda luchar contra la inflación con independencia de los gobiernos’ asevera Garrido.
Las tensiones inflacionistas ya estaban presenten con la recuperación de la “nueva normalidad” tras la pandemia. Sin embargo, la Guerra de Ucrania ha exacerbado estas tensiones, subiendo no sólo el coste energético sino otros productos clave. En algunos sectores, Rusia y Ucrania son líderes internacionales en producción de energía y de muchas materias primas como minerales y cereales, que con el conflicto y las sanciones reducen su disponibilidad en términos internacionales, lo que afecta a los costes de producción y hace que aumente la inflación.
Como medida para contener la inflación los gobiernos disponen de ciertos mecanismos de política económica – centrados básicamente en las medidas de política monetaria para incidir en los tipos de interés y en los costes de las inversiones a corto plazo -. Sin embargo, serán necesarias otras acciones, de mayor recorrido y de largo plazo. Y es que, como afirma el profesor, ‘de crisis anteriores como la de 2008 hemos aprendido a hacer reformas económicas estructurales que permitan salir adelante’.
De hecho, como vaticina Rubén Garrido, la ayuda de la Unión Europea de 140 mil millones de euros para el caso de España, destinada a hacer frente a la crisis del COVID-19 ya implicaba disponer de un plan de reformas, que intentarán mejorar el potencial de crecimiento a largo plazo, con estrategias como la digitalización y la sostenibilidad, que ahora es necesario hacer compatibles con aumentos de gasto a corto plazo para hacer frente a una coyuntura desfavorable. Estas tensiones entre el gasto necesario para acometer reformas estructurales y las necesidades más urgentes (en forma de apoyo a las familias, a las rentas más bajas o a las pensiones) por la inflación, tarde o temprano entrarán en contradicción, cuando la restricción presupuestaria del gobiernos se haga más evidente.
Con respecto a un futuro posible y deseable después de la crisis generada por la COVID-19, recientemente se ha presentado el libro coordinado por Rubén Garrido junto al catedrático de Economía Aplicada, Tomás Mancha, que analizan algunos de los desafíos más importantes que afrontan las sociedades en la actualidad.
La finalidad de esta obra colectiva coordinada desde nuestro Instituto de Análisis Económico y Social ha sido la de transferir el conocimiento generado por la investigación que se realiza en el Instituto sobre aspectos clave que se han amplificado o que han experimentado cambios significativos a raíz de la pandemia; la mirada hacia una nueva economía con raíz más humanista; la necesidad de construir un nuevo contrato social; los retos en el mercado de trabajo con la digitalización; el futuro de Europa o el nuevo papel del sector público, son algunas de las aportaciones de este libro que aboga por la construcción de nueva normalidad.
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