Detrás de las ruinas de la antigua iglesia de Santa María, la Alcalá del barroco se enseñorea en uno de sus más bellos escenarios: el conjunto formado por los colegios universitarios de Málaga, Trinitarios y Caracciolos.
Enmarcados por las actuales calles de los Colegios y de la Trinidad, forman parte del imparable proceso de recuperación arquitectónica, artística y cultural que ha vivido la ciudad desde que se recuperó la Universidad en 1977.
Colegio de Trinitarios
Y va a ser precisamente al inicio de la calle de la Trinidad, haciendo esquina con la fachada oeste del colegio de Málaga, donde encontremos el Colegio de Trinitarios. Sabemos que fue fundado por el Beato Juan Bautista de la Concepción entre los años 1601 y 1603. Su origen, como el de la mayoría de estas instituciones, estuvo condicionado por la falta de dinero, por lo que los frailes no tuvieron más remedio que conformarse con unas humildes casas, muy cercanas a la ermita del Cristo de los Doctrinos.
Hacia 1626, gracias a la ayuda de un desconocido mecenas, comienzan las obras del nuevo edificio, pero, eso sí, después de muchos roces con el vecino Colegio de Málaga, debido, entre otras cosas, al derecho que esgrimían los trinitarios de poder abrir ventanas en la pared que servía de mediana entre ambos edificios. Lo curioso es que los del colegio de Málaga se quejaban de que peligraba su privacidad y de que no estaban dispuestos a aguantar posibles fisgoneos por parte de los vecinos frailes. La realidad también parece indicar que hubo problemas a la hora de establecer los límites de la propiedad entre ambos colegios. A pesar de retrasos y controversias, el edificio estaba levantado ya en 1639.
Desde 1649, el marqués de Monasterio lo tomó a su cargo como patrono, consiguiendo los colegiales el dinero suficiente para que las obras de la iglesia, que se estaban realizando en ese momento, llegaran a su fin. La costumbre del patronazgo, característica de la España del Siglo de Oro, hizo posible que muchas órdenes religiosas consiguieran fondos suficientes para construir sus edificios. El patrono solía ser una persona de origen noble que, a cambio de “beneficios” de tipo espiritual, ejercía una especie de protectorado sobre el convento que ponía a su cargo. Aunque en el fondo la compleja y contradictoria sociedad barroca se valía de estos métodos para que sus más ilustres miembros lograran el renombre y la importancia social que merecía su cargo o título. Como recompensa, el patrono adquiría el derecho a ser enterrado en la iglesia del convento, sin perder de vista el deseado “lavado de conciencia” que proporcionaba esta situación ante la temida posibilidad de una muerte que le llegara sin haberse arrepentido de sus pecados.
Todavía hoy una bella y evocadora lonja, rodeada por un muro con pedestales y bolas, sirve de acceso tanto al colegio como a la iglesia, La entrada al templo se realiza a través de tres bellos arcos de medio punto a modo de nártex. El interior tiene forma de cruz latina, con cúpula en el crucero. La fachada, rectangular y rematada por frontón decorado con bolas, responde al tipo del barroco madrileño de la época, acentuando esta característica los dos cuerpos laterales, unidos al central por unos monumentales aletones en espiral, que nos llevan ya a formas arquitectónicas propias del siglo XVIII. Encima del pórtico existía un relieve que representaba a la Santísima Trinidad escoltado, a un lado, por el escudo del marqués de Monasterio y, al otro, por el de la orden Trinitaria. El colegio se construyó alrededor de un pequeño y bello patio de dos plantas, la segunda con arcos de medio punto de ladrillo sobre pilares.
El 7 de febrero de 1839, tras la entrada en vigor de las leyes desamortizadoras, iglesia y convento fueron entregados al Arma de Caballería. El conjunto colegial sufrió diversas transformaciones para adaptarlo al nuevo uso militar. Más tarde, pasó a ser Comandancia Militar y se convirtió en el centro de una Alcalá trasformada en una auténtica ciudad cuartel.
En la actualidad, tras una profunda restauración en la que el colegio ha recuperado sus formas originales, los antiguos muros de este lugar de estudio han ido acogiendo Centros y Fundaciones de la Universidad de Alcalá, entre ellos el Centro de Estudios Norteamericanos. Además, la iglesia ha sido trasformada en una moderna y completa biblioteca que alberga una parte de los fondos bibliográficos procedentes de la desaparecida Base Aérea de Torrejón, constituyendo una de las mejores colecciones españolas de literatura en lengua inglesa. En la fachada del templo se han colocado el escudo de la Orden Trinitaria, el del marqués de Monasterio, el de la Comandancia Militar y el de la Universidad de Alcalá, queriendo, de esta manera, significar todas las etapas por las que ha pasado el edifico.
Colegio de Caracciolos
El otro colegio que nos ocupa, también de carácter religioso, fue fundado por San Francisco Caracciolo a principios del siglo XVII, con parecidas intenciones a las que animaron la fundación trinitaria alcalaína. Como en el caso anterior, los religiosos de la orden de los Clérigos Regulares Menores estuvieron asentados, hasta 1603, en unas casas cercanas al monasterio de Santa María de Jesús, pasando, hacia 1604, a otras que estaban a espaldas de los colegios de los Manriques y de Santo Tomás, ambos, en la actual calle de los Colegios. Aquí vivieron, de forma provisional, hasta que, gracias al patronazgo de don Antonio Alosa Rodarte, consiguieron, a partir de 1628, comprar unas casas en la calle de la Trinidad. Sobre éstas decidieron levantar un nuevo colegio-convento que, con el tiempo, llegó a ocupar toda la manzana comprendida entre la calle de la Trinidad, la del Matadero (hoy Portilla) y la del Arcipreste.
Tanto por su concepción como por sus formas, este conjunto, atribuido con poca seguridad al gran arquitecto Fray Lorenzo de San Nicolás y en el que actuó como maestro de obras el alcalaíno Sebastián de la Plaza, responde a las características del barroco del siglo XVII con claras influencias herrerianas o clasicistas, al menos en el edificio del colegio.
La iglesia, construida a lo largo del segundo tercio del siglo XVII, es lo primero que se acabó. La fachada, retranqueada con respecto al cuerpo del colegio, está realizada en ladrillo y formada por un gran cuerpo central rectangular, acabado en frontón con óculo, y dos cuerpos laterales, con ventanas, unidos al central por aletones. Es interesante, además, el juego de trampantojo de la fachada que nos hace la ilusión de imitar formas arquitectónicas gracias a la decoración pictórica. La portada está compuesta por un arco de medio punto enmarcado por dos columnas exentas sobre pedestales y rematadas por pináculos con bola. Encima, en una hornacina, está la imagen de San Francisco Caracciolo, con una bandera en la mano derecha y un libro en la izquierda. El interior está compuesto por una nave central, crucero y cúpula sobre tambor. Tras la capilla mayor se alza la sacristía. En su conjunto, el templo de este antiguo colegio forma uno de los más bellos y mejor conseguidos espacios arquitectónicos del siglo XVII en Alcalá.
El colegio, que no se acaba hasta bien entrado el siglo XVIII, está construido alrededor de dos patios, entre los que se sitúa una bellísima escalera que sirve como elemento central de comunicación en el edificio. Ambos patios son de dos plantas y están formados por arcos de medio punto sobre pilastras de ladrillo. La majestuosa escalera tiene planta de cruz griega y se cubre con cúpula oval sobre pechinas, adornadas con rica decoración vegetal. La fachada queda enmarcada, al oeste, por la iglesia y, al este, por un cuerpo algo saliente rematado por frontón. La sencilla portada de piedra tiene forma adintelada y está flanqueada por pilastras sobre pedestales, que sujetan un frontón partido en el que se pueden ver los restos de lo que fue un bajorrelieve.
Tras la Desamortización, todo el conjunto pasó a manos militares, llegando a ser almacén de la Intendencia Militar. Se cerraron con ventanas los patios y se levantó un cuerpo que tapó el tambor de la cúpula. En 1966, la iglesia sufrió un grave incendio que produjo numerosos daños en el conjunto. En 1987, fue cedido a la Universidad de Alcalá, que acabó de restaurar el colegio en 1997 para ser sede de la Facultad de Filología. El templo, acabado de restaurar en 1999, ha recuperado sus formas originales y es sala teatral y de exposiciones de la Universidad. En lo que fue la huerta del convento se ha construido un edificio, en el que se asientan la Biblioteca Municipal Cardenal Cisneros y el Archivo Histórico Municipal.
Ambos edificios forman hoy parte de ese importante proceso de rehabilitación y restauración que se viene dando en la ciudad desde que se refundó en 1977 la Universidad. La Universidad y el Recinto Histórico de Alcalá, Patrimonio de la Humanidad desde 1998, ha recuperado gran parte de su sentido histórico y ha vuelto a ser un lugar de cultura y, por tanto, de tolerancia.
Enrique M. Pérez
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