“Rumores… rumores… pasan por los callejones como coronas de flores en la tumba de Don Juan…. Rumores, rumores, rumores” así se presentó el Don Juan en Alcalá 2018 ante una multitud que llenó La Huerta del Obispo del Palacio Arzobispal en las dos funciones que se representaron el viernes 2 y el sábado 3 de noviembre.
De mañana soleada se pasó a tarde oscura pero con un cielo que sin lluvia amenazara que no quiso a los alcalaínos su Don Juan estropear. Un Tenorio que llegaba como Fiesta de Interés Turístico Nacional.
El Don Juan en Alcalá estrenaba su 34ª edición con producción de la compañía madrileña Ron Lalá. La Huerta del Obispo no presentaba largas colas, al menos a nuestra llegada, y a pesar del aluvión de espectadores se podía entrar sin esperas a la hora señalada y buscar un sitio más o menos cómodo, que no cerca del escenario, para ver el Don Juan 2018.
Las cifras oficiales hablan de 30.000 personas lo que supondría un récord para el Don Juan en Alcalá desde que dejara de ser itinerante. Sea así o no, la compañía Ron Lalá firmó un notable Tenorio en su primera comparecencia como Fiesta de Interés Turístico Nacional.
La Posada del Laurel
Tras los actores de reparto que sorprendieron al público con la canción Rumores (original de Yayo Cáceres director de la obra con letra de Álvaro Tato, responsable de la versión del Don Juan) allí apareció el italiano Buttarelli (Juan Cañas) hostelero de la famosa posada sevillana del Laurel, esta vez sin más escenografía que la que nos hacían imaginar los actores, como dijo el director Yayo Cáceres “veo esta obra como la nada…”.
Allí se va a resolver entre el Tenorio y su archienemigo Don Luis Megía una apuesta que ambos hicieron hace un año donde se disputaron quien sería el más pendenciero. Y es que “Por donde quiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí” decían ambos.
El Acto I (Libertinaje y escándalo) del Don Juan es un corral lleno de gallitos donde ocho (esta vez faltó Gastón, sirviente de Don Luis) actores masculinos -Buttarelli (Juan Cañas)/Ciutti (Martín Vaamonde), Don Juan (Fran Perea)/Don Luis (Daniel Rovalher), Don Gonzalo (Daniel Freire)/Don Diego (Pedro García de las Heras), Avellaneda (Jacinto Bobo) y el Capitán Centellas (Diego Morales)-se disputan por parejas ver quién es más chulo y pendenciero, a quien le importa más la bolsa que el honor o el honor que la bolsa además del duelo marcial de Centellas y Avellaneda. Por cierto que echamos de menos a Gastón, rival de Ciutti que tuvo que medirse con Buttarelli quien normalmente ejerce de árbitro de la contienda.
En todo este guirigay de disputas sobresalió de manera notable un Don Juan que nadie esperaba. Quizá el sambenito que tiene Fran Perea por ser el protagonista juvenil de una serie de éxito durante tantos años aún le pesa. Pero desde luego demostró ser un Don Juan tremendamente solvente en el amor, el drama y la pendencia, desde luego de lo mejor que ha pasado por la Huerta del Obispo en los últimos años.
La Casa de Doña Ana de Pantoja
Con el público metido en calor nos movimos de escenario para ver a Don Luis con su amada Doña Ana en la escena de la reja (sin reja). Allí, la primera aparición protagonista femenina de la obra (Flor Saraví) respiró amor por un Megía que mostró su mejor registro en la duda ante un Don Juan desatado. Duda que intentó resolverle un sobrio Pascual (Iván Mínguez).
No falló tampoco Lucía (Alba Banegas). Un papel donde siempre hay que demostrar que se es como la hija de Butarelli y la hermana (o amante cuando toca) de Ciutti, vendiendo por unas monedas la honra de tu señora sin tener el más mínimo cargo de conciencia.
La primera escena de acción en la lucha contra Don Juan y Ciutti contra Megía mostró las debilidades de actuar sin escenografía. No fue fácil demostrar al público que allí se estaban batiendo dos caballeros a la espada. En cualquier caso se salvó bien pero fue un riesgo que tenía claro el director y las escenas de lucha lo notaron muy mucho.
Convento de las Calatravas
Después apareció Brígida, mala y embaucadora como el demonio, a la que el Tenorio se sinceró para mostrar su amor por Doña Inés, no sin después visitar la alcoba de Doña Ana, “Empezó por una apuesta, siguió por un devaneo, engendró luego un deseo y hoy me quema el corazón…” decía el Tenorio de su amada. El inicio del acto IV no cambió respecto a otras ediciones pero en este caso Perea superó a sus antecesores que siempre han estado mejor o en la pendencia o en el amor y es quizá el paso de una a lo otro lo que más les ha costado. El Tenorio 2018 fue capaz de mantener una línea en ambas lides y aún así nos seguíamos sin fiar de él, lo que tiene que ser un Don Juan, ni más ni menos.
En el escenario contiguo aparecía Doña Inés, cándida e inocente como se la espera y demostrando un amor loco por Don Juan y no es fácil porque a Luz Valdenebro le tocaba representar a una novicia de 17 años, pero la cordobesa dejo clara con la lectura de la carta de Don Juan su calidad como actriz dejando atrás las críticas por su edad en la elección como Doña Inés.
La abadesa (Tatiana de Sarabia), lo más alcalaíno del reparto estuvo rancia y estricta, recordando los peores tiempos de una iglesia ya caduca, dicho esto con el mejor sentido hacia su trabajo pues no esperamos otra cosa de la guardiana de las Calatravas. Don Gonzalo volvió a aparecer y ya había avisado Daniel Freire en la presentación que era la primera vez que hacía verso, se le notó en el ensayo general como se vio su mejoría, no obstante es uno de los actores con mayor formación del reparto, en los dos días posteriores.
Quinta de Don Juan
Hasta más allá de las orillas del Guadalquivir se desplazaba el público al tercero de los escenarios. Entre la escena del diván, con apenas un cajón en el que se sentaba Doña Inés, con el “no es verdad ángel de amor” en el que participó el público, y el acto en el que mueren don Gonzalo y Megía a manos de Don Juan, de nuevo con la dificultad de hacer escenas de lucha sin escenografía ni complementos.
Una vez más, y esto más que costumbre empieza a ser tradición, los actores del Tenorio firmaron la mejor interpretación de la noche. Sin duda hicieron justicia a uno de los grandes pasajes de amor y muerte del teatro español de todos los tiempos.
Además, y para ser justos, Perea y Valdenebro fueron los mejores amantes de los últimos años y aún así Don Juan logró que el público quedase embelesado con una pizca de desconfianza hacia él.
Panteón de la familia Tenorio y aposento de Don Juan
Años después llegaba Don Juan a Sevilla en el último de los escenarios de la Huerta del Obispo. Allí le esperaba el Escultor responsable de las figuras de mármol del panteón familiar del Tenorio. De nuevo magnífica interpretación del Don Juan bien seguido por un escultor (Fran García) que en apenas unos minutos demostró ser de lo mejor del reparto.
Regresaría la pendencia con la aparición de Centellas y Avellaneda que supieron encadenar cada escena de la obra que les tocó interpretar con la marcialidad de dos grandes militares y la calidad de dos tremendos actores.
Llegaba el final de un Don Juan en Alcalá donde un Fran Perea sin miedo a nada y tocado por la locura vuelve a encomendarse a Doña Inés para lograr la salvación. Volvió la novicia a salvar el alma de su amado para cerrar una obra para la historia de la más multitudinaria representación de teatro al aire libre de nuestro país.
Capítulo aparte merece la actuación de la Schola Cantorum de Alcalá de Henares que, bajo la dirección musical de Miguel Magdalena (Ron Lalá), supieron marcar el tempo de la obra y mantener al público en vilo en las escenas de amor y muerte.
Impresionante papel de la omnipresente bailarina Rocío Arce que, como sombra de Don Juan, supo sacar la peor cara del Tenorio la negra luz que lo acompañó durante sus años de existencia.
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