El experto en economía ambiental de la UAH, Carlos Mario Gómez, advierte que el agua no debe ‘descolgarse’ de la agenda. Pide un pacto nacional para garantizar la seguridad hídrica que incluya acuerdos de distribución y reasignación de agua, hable de los precios – que respeten la escasez- y recupere los costes de los servicios del agua.
Y es que, en su opinión, la fase de sequía ha terminado pero los problemas continúan: ‘el verdadero problema en España es el déficit estructural de agua. Un déficit que se produce, en parte, por una paradoja: las actividades más intensivas en el uso del agua, como pueden ser la agricultura, el turismo o la generación de energía hidroeléctrica, se sitúan en las zonas donde falta el agua. España no es una excepción en este caso; ocurre así en todo el mundo: el agua es muy valiosa porque es el eje del desarrollo regional, justo donde las lluvias son escasas’.
La franja mediterránea, la cuenca del Segura, fundamentalmente, y la cuenda del Guadalquivir son las zonas con más déficit de agua en España ¿Y cómo acabar con el déficit estructural?, ¿los trasvases de agua pueden ser una solución? No lo considera así el experto de la UAH, que advierte que con los trasvases ‘hay que ser muy prudentes, porque lo único que pueden conseguir es extender la escasez a otras zonas y generar una expectativas económicas que luego no se cumplen’. Pone como ejemplo el trasvase Tajo-Segura, ‘que se diseñó para que llevara mil millones de metros cúbicos por año, solo se pudo construir para que llevara 600 millones por año y, al final, no ha podido trasvasar más de 350 porque la cuenca del Tajo no tiene la suficiente capacidad para satisfacerlo. El problema es que la oferta no se cumplió, pero se creó la actividad, la demanda, y eso ha extendido la escasez, claro’.
En España, otra de las políticas contra la sequía estructural han sido grandes proyectos de desaladoras que han supuesto inversiones ingentes. En un país casi rodeado de mar, parece que el agua no debería ser un problema si se desarrolla este tipo de tecnologías, pero lo es: ‘las desaladoras producen un agua abundante, segura, tienen una gran capacidad para ofrecer una inmensa cantidad de agua y requieren una inversión igualmente inmensa, pero tiene poco sentido desarrollar esa oferta cuando no hay mecanismos para que esa agua se utilice’, señala el experto.
Y lo mismo ocurre con los esfuerzos por ser más eficientes con el uso del agua: ‘si el agua es escasa, por mucho que mejoremos el regadío, el agua que ahorremos no va a servir para mejorar la oferta futura, porque siempre va a haber la posibilidad de utilizarla para sembrar una hectárea más…El ahorro del agua no se traduce en una recuperación de los pozos sobre-explotados, en una mejor seguridad para cubrir los déficits en los períodos de sequía…, sino para aumentar el uso’, añade Gómez.
Entonces, ¿cuál es la solución, dónde hay que buscar las respuestas? Gómez estima que todas estas medidas: trasvases, desaladoras, eficiencia en el uso, hay que ponerlas al servicio de mejorar la sostenibilidad del sistema mediante un pacto nacional que incluya, entre otros, acuerdos de distribución y reasignación de agua, hable de los precios del agua –unos precios que respeten la escasez- y recupere los costes de los servicios del agua. ‘En la naturaleza, el agua sigue la pauta del ciclo hidrológico y en la sociedad sigue la pauta del ciclo ‘hidro-ilógico’. Los problemas se plantean en situaciones extremas, cuando solo podemos abordar las consecuencias. Hace pocos meses había prisas por alcanzar ese pacto nacional, pero todas las urgencias se han diluido con las lluvias’
Se habían convocado mesas a nivel nacional y regional para desarrollar el pacto del agua, había un ambiente favorable para mejorar los precios y la situación financiera en las confederaciones hidrográficas pero…todo ha caído en la agenda, ‘se lo llevó la corriente y se ha ahogado’, se lamenta.
El profesor de la UAH pide que en este final de primavera, la más lluviosa de los últimos 60 años en España, el agua vuelva a la agenda para abordar la escasez y, en plena abundancia, ‘que es cuando hay que hacerlo’, se lleven a cabo las reformas estructurales necesarias en un país donde ya se detectan las consecuencias del cambio climático, con fluctuaciones cada vez mayores a nivel meteorológico’.
Una de las prioridades para él es garantizar la seguridad hídrica ‘y eso pasa por debatir si las fuentes de agua disponibles (lluvia, desaladoras, acuíferos, reutilización, desalobración) son baratas o caras y cuáles deben ser fundamentales: ‘conocemos más o menos las demandas de agua que habrá dentro de unos años y sabemos que los recursos de la lluvia son inciertos por el cambio climático. Tenemos que pensar todo eso al tiempo, igual que hacemos con las fuentes de energía eléctrica. Ese es el primer paso’.
¿El segundo?: poner precio a la seguridad hídrica. ‘Ahora todos los usuarios quieren utilizar todas las fuentes que se han llenado y puede que pronto volvamos a ver paradas las grandes desaladoras y volveremos a sobreexplotar los acuíferos y los ríos. La discusión es qué recursos se deben utilizar en cada momento. Por qué no aprovechar los períodos de lluvia abundante para recargar los acuíferos, para restaurar los ríos y mantener los caudales ecológicos. Esas discusiones son muy importantes porque, si no se dan, no podremos tomar las medidas’, concluye.
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