38ª edición del Don Juan en Alcalá con producción de Yllana dirigido por Joe O´Curneen. Miles de fieles acudieron a la primera función del jueves 31 de octubre.
El cielo respetó la representación, tan solo aparecieron unas gotas al inicio del espectáculo que sembraron la duda. Si tampoco el agua llega en la segunda función, que es lo que indican las previsiones, es posible que de nuevo se superen los 20.000 espectadores en la celebración del Tenorio al estilo de Alcalá de Henares.
El público que acudió a la primera representación se encontró con la vuelta a un Tenorio más clásico en la interpretación, al que ayudó la ausencia de escenografía en los cuatro los escenarios, uno de ellos el propio recinto amurallado de Alcalá de Henares.
En el Don Juan de Yllana, compañía con una larga trayectoria cómica, no podía faltar un punto de humor y una mirada transgresora que, según la afirman, necesitan los mitos y rituales para actualizarse y volver a contarnos algo diferente.
Nunca faltan las colaboraciones, que este año han corrido a cargo de los alumnos de teatro de la Escuela de Alcalá de Henares y de la Escuela de Danza y Flamenco ‘Revelé y Olé’, dirigidos por Rosario Rodríguez. Más llamativas fueron las apariciones de Imperial Service y Recreaciones Históricas.
Y es que su trabajo no solo permitió ver al Tenorio a caballo por la Huerta del Obispo, sino también en distintos combates a espada y matanzas con arma de fuego. Todo adornado con un vestuario que apostó por el color en secundarios y figurantes, de Mónica Teijeiro y Gabriela Salaverri, para dar un realismo que superaba con creces la ausencia de decorado.
Pero el Don Juan en Alcalá lo hacen, sobre todo, los actores. Unos magníficos protagonistas acompañados de unos secundarios excelsos que arroparon en todo momento la pendencia, el amor y el delirio del Tenorio en sus siete actos -aunque Yllana incluyó un octavo- divididos en dos partes.
Y es que antes de que el público se sumergiese en la pendenciera, amorosa y oscura noche del Carnaval de la preciosa Sevilla de mediados del siglo XVI, llegó ‘La Leyenda’. Un pequeño acto previo al Don Juan donde una procesión de antorchas con 14 actores en las almenas de la muralla se reunía para citar el fragmento ‘Memoria amarga de mí’. Es después cuando, por primera vez, aparece el Tenorio con su famoso ‘¡Cuán gritan esos malditos!’, antes de disparar para comenzar la representación.
La hostería
El Acto I del Don Juan (Libertinaje y Escándalo), arranca en la famosa tasca de la Posada del Laurel con música y baile que dan alegría a la noche sevillana. Esta vez con más figurantes que nunca, incluyendo algún ‘alcalaíno’, apostados en una especie de grada que, oyendo al Capitán Centellas (Oscar Hernández) y su par Avellaneda (Javier Lara), elucubraban si por la puerta aparecerían Don Juan (Antonio Pagudo) y Don Luis Mejía (Rafa Maza) para dirimir su antigua apuesta.
Quizá la cantidad de actores sobre el escenario le restó mordiente a la escena introductoria del Don Juan y a la interpretación de sus secundarios. Si bien, la disputa entre el Tenorio y su archienemigo Mejía, que parecía estar derrotado antes del combate, redondeo una muy buena introducción donde ambos dirimieron quién era más brabucón y pendenciero y quedaron para la nueva apuesta de la novicia y la casamentera. No fue mucho más allá la disputa con los padres Don Diego Tenorio (Roberto Correcher) y Don Gonzalo de Ulloa (Rodrigo Sáenz de Heredia, con lechuguilla cervantina en su vestuario), que luego se crecería como convidado de piedra.
Queríamos más de Butarelli (Héctor Carballo) y Ciutti (David Fernández ‘Fabu’) pero quizá se estaban guardando para la actuación magistral que firmaron después, el primero de ellos como Escultor en el Panteón de la familia Tenorio. Sin duda, ambos, de lo mejor del Don Juan 2024.
También echamos de menos la afrenta del hijo quitando el antifaz a su padre, algo que nunca faltó en ediciones anteriores. Además, el papel de las muchas mujeres que había en la Posada no fue testimonial, cerrando la escena una brillante Constanza (Estefanía Rocamora) con la cita fuera de texto “y que existan, por desgracia, tantos pérfidos truhanes, tantos brutos y Donjuanes y se les rían las gracias…”.
La Casa de Doña Ana
Acto II (Destreza) y cambio de escenario hacia la casa de Ana de Pantoja donde los secundarios se crecieron hasta dar el máximo. El aragonés Pascual (Alejandro Navamuel) estuvo tan bravo que si le ponen delante a Don Juan acaba con la pena de un derrotado y nervioso Mejía. Dulce aparición de Doña Ana (Estefanía Rocamora, que lo bordó en sus dos personajes) y Ciutti que retomó el protagonismo perdido en el Laurel hasta convertirse en uno de los mejores criados del Tenorio que ha visto Alcalá de Henares en los últimos años, y no es nada fácil.
Si a esto le sumamos un Don Luis que supo desencajar su rostro ante la amenaza de Tenorio de quitarle su amada, además de la primera aparición de una perversa Brígida con Don Juan y una Lucía más pendenciera que el propio protagonista, nos sale una escena que nos da ganas de más. Y tuvimos más, mucho más de este Don Juan que Yllana prometió ‘de naturaleza tragicómica’’
La celda de Doña Inés
En el Acto III (Profanación) aparecía Doña Inés en el Convento de las Calatravas. Desde el primer momento se descubrió como una de las mejores novicias de la historia reciente del Don Juan en Alcalá y, como en el caso de Cuitti, no era tarea sencilla.
Empezó correcta hasta que abrió la carta del Tenorio y empezó a leer la novia, a partir de ahí estuvo sobresaliente.
A su luz blanca impoluta se le suman una Brígida y una Abadesa más malas que un dolor, cada una desde su lado, y un Comendador, Don Gonzalo, totalmente desquiciado por la marcha de su hija, primero a hombros y después a lomos, a caballo con Don Juan.
Y si en la escena de la Posada descubrimos grandes secundarios (cómicos) no fue menos una Tornera (Mercedes Lur) que supo tocar la comedia en lo solemne y lo sagrado.
Quinta de Don Juan
A lomos del corcel de Don Juan llegaba el Acto IV en su Quinta (El diablo a las puertas del Cielo). El Don Juan en Alcalá volvió a cruzar las orillas del Guadalquivir para irse a la casa del Tenorio. Brígida y Ciutti, introducían, firmando la mejor interpretación de ambos, la que vendría a ser una escena para la historia del Don Juan en Alcalá.
Después, una desorientada Doña Inés mostraba sus dudas sobre el amor que sentía. Llegó él y, volviendo al más clásico de los tenorios, con su ‘no es verdad ángel de amor’ y los dos besos que se dieron, acabó de convencer a una novicia entregada al burlador de Sevilla. De justicia es decir que, interpretativamente, Doña Inés ganó a Don Juan.
Históricamente, solía ser esta la mejor actuación del Don juan en Alcalá. Sin embargo, en las diferentes ediciones de los últimos años, han ganado fuerza otras escenas, esta vez no.
Pero es que, al beso, le siguió una trepidante lucha entre Don Gonzalo, que iba ganando enteros, Mejía y Tenorio, donde no faltó la lucha de espadas y un final sobrecogedor con arma de fuego. Y es que estaba claro que Antonio Pagudo, por su indudable experiencia en la comedia, iba a estar bien en las escenas de amor, pero es que estuvo mejor en el drama y en la lucha.
Panteón de la familia Tenorio
Llegaba la segunda parte con su Acto I (La sombra de doña Inés). En Escultor (Héctor Carballo) rodeado de estatuas de mármol que supo, como ninguno, llevar al público cinco años después de la Posada del Laurel.
Es cierto que, en los últimos años, hemos tenido grandes actores en ese papel, pero también que la gente hablaba en la calle, después de la función, de la mágica interpretación de Carballo. Impresionante sobre las tablas de las murallas con su ‘lechuguilla’ cervantina. Quizá el mejor momento de un actor en la obra, y los había habido muy buenos.
Impresionante en el mano a mano con Don Juan que descubrió cómo sus lances y amoríos yacían en un gran Panteón de mármol antes de reencontrarse con Centellas y Avellaneda.
Aposento de Don Juan
En el Acto II (La estatua de Don Gonzalo) En una casa que por poco dinero había comprado a un truhan, había citado Don Juan a sus ‘amigos’ para tener una cena y contarles las correrías que había vivido antes de llegar, por tercera vez a Sevilla. A la cena había invitado a un fallecido Comendador que al final resultó ser el convidado de piedra.
Turno para el lucimiento de Centellas y Avellaneda. Gran nivel en la marcialidad, pendencia y después miedo y locura hasta la lucha con Don Juan. Pero antes de la pelea, la mejor interpretación de Don Gonzalo de Ulloa donde avisó al Tenorio de los designios de Dios. Quizá lo más chocante fue que, esta vez, el escenario si tenía decorado y no pegaba. Eso sí, sirvió para la lucha de espadas que daba muerte al Tenorio.
Cementerio
Llegaba el final de un Don Juan en Alcalá donde Pagudo, como hicieron sus predecesores –Muriel, Perea, Serrano y, sobre todo, Collado- mostró su mejor versión. Iba bien en el amor y fue mejor en la pendencia, pero se subió a las alturas en el delirio y la locura.
Mientras tanto, Don Gonzalo seguía mejorando y acompañando al Don Juan hasta la redención de la que le salvaría Doña Inés. A la muerte del Tenorio, salieron los difuntos con floretes en mano y ‘Thunder’ de AC/DC en violines para que Doña entregase su alma a Dios para el perdón de su amado. Una vez más, el amor salvó a Don Juan a los pies de la sepultura.
El viernes 1 de noviembre, segunda representación
Todavía queda otra oportunidad de ver esta fantástica representación del Don Juan en Alcalá 2024. Será este viernes 1 de noviembre, de nuevo, en la Huerta del Obispo a las 19:30 horas.
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