La opinión de Dream Alcalá: el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Si en el mes de marzo rezábamos por la desaparición de la COVID-19 que nos tenía atemorizados, y aprovechábamos nuestros balcones para aplaudir a nuestros sanitarios por su lucha (sin medios) contra una pandemia desconocida, o gastábamos cientos de euros en comprar casi de estraperlo unas mascarillas que por entonces cotizaban más caras que el oro, cuatro meses después -solo cuatro meses después- los españoles volvemos a dar signos de estupidez colectiva.
Ahora nos resistimos a usar esas mismas mascarillas “porque nos dan calor” y triplicamos de nuevo la cifra de contagios con respecto a cualquiera de los países de nuestro entorno.
La primera vez era todo nuevo, y por tanto los muchos y muy graves errores cometidos tenían cierto grado de disculpa. Pero ahora se trata más bien de irresponsabilidad (en el caso de los ciudadanos) e ineptitud (en el caso de los responsables políticos).
La primera vez pudimos echarle la culpa al karma, la segunda vez ya toda la culpa es nuestra
¿Están todos los profesores preparados para la vuelta al cole?
Con la educación ocurre algo parecido. El confinamiento y la suspensión de las clases presenciales obligó a improvisar una educación a distancia que sencillamente no existía en nuestro país.
Ningún colegio ni instituto estaba preparado para lo que se nos vino encima, y cada uno salió por donde pudo, en la mayoría de los casos con más ganas que herramientas, igual que el personal sanitario que atendía a los enfermos en los hospitales.
Pero ahora ya ha pasado medio año desde aquella situación, y cabe preguntarse si nuestros centros educativos (públicos, subvencionados y privados) están preparados para una vuelta a clase que se puede complicar en cuestión de semanas. Porque de la misma manera que el fin del confinamiento supuso el comienzo de una vuelta a los contagios, es de prever que la vuelta a las clases suponga otro fuerte incremento de contagios.
La Comunidad de Madrid ha ido publicando a lo largo del pasado mes de julio una serie de medidas para anticipar cada una de las situaciones posibles que se esperan para los próximos meses. Desde que no pase nada, hasta que terminemos todos confinados de nuevo.
Ha elaborado un plan de medidas para reforzar la vuelta a las clases en septiembre “con todas las garantías” dicen, y con una apuesta decidida por reforzar las TIC en las aulas, y asegurar las medidas de seguridad garantizando la posibilidad de estudiar desde casa si la situación vuelve a ponerse fea, como los datos parecen anunciar.
Sin embargo, no está claro que todos los centros educativos sean capaces de adoptar las nuevas tecnologías y ni mucho menos la educación a distancia. Y no solo nos referimos a la falta de medio materiales, sino a la incapacidad de una parte del profesorado de estar a la altura (tecnológica) de las circunstancias.
Como padres, hemos sido testigos de cómo algunos centros educativos han sabido adaptarse a la “teleenseñanza” con relativa facilidad, gracias a los conocimientos informáticos de sus profesores y a sus ganas de seguir enseñando a sus alumnos a través de una videocámara, a veces a través de streaming, otras ‘en diferido’ a través de clases grabadas en vídeo y que luego se colgaban en Internet para que sus alumnos pudiesen verlas y escucharlas las veces que lo necesitasen.
Bravo por esos profesores, a los que todos deberíamos aplaudir porque demostraron el mismo interés y el mismo coraje en su profesión que los sanitarios a los que tanto aplaudíamos cada tarde a las ocho. En este caso no trabajaban para salvar vidas, sino para salvar el curso y poner todo lo que estuviese en su mano para garantizar que sus alumnos no se quedasen sin unos conocimientos que el día de mañana les pueden costar muy caro.
Sin embargo, también hemos sido testigos de todo lo contrario. Profesores que siguen anclados al siglo XX, incapaces de saber usar un proyector o una pizarra digital más allá del manejo básico, y a los que toda esta situación les ha pillado con el pie cambiado.
Si es por edad, la cercanía de la jubilación no da derecho al abandono profesional. Si es por incompetencia, sencillamente no deberían tener en sus manos la educación de nuestros hijos.
Lo más parecido a un youtuber en el mundo real debería ser un profesor
Todos debemos ser sanitarios
Estamos en la era digital, de hecho, nuestros hijos no han conocido otra cosa, manejan su móvil mejor tan bien como sus propios dedos, y para ellos ver un vídeo o un directo es algo que, sencillamente, hacen a diario. Es a algunos profesores a los que les asusta ese medio, porque les es ajeno, y hasta lo repudian. Pero eso es solo asunto suyo.
De la misma manera que no toleraríamos a un médico con miedo a la sangre, a un bombero con miedo al fuego o a un militar con miedo a las armas, nuestra sociedad no puede tolerar a un profesor que no se deje la piel por sus alumnos y que no tenga la formación adecuada, en cada momento.
Si millones de jóvenes siguen a diario a sus youtubers, tiktokers, instagramers y twitchers favoritos, a ellos no les costará nada seguir online a su profesor. El problema no lo tienen ellos.
Durante el confinamiento nos han llegado correos de padres que se quejaban de que la única formación online que recibían sus hijos era la recepción de una larga lista de deberes por correo electrónico. Y no hablamos de Primaria, sino de cursos clave de la ESO y Bachillerato, especialmente delicados para la formación y el futuro de los alumnos. Fueron avanzando temas “a base de encargar deberes” y algún PowerPoint. Eso sí, con la oferta de estar disponibles a través de esa misma vía para aclarar dudas. Seguramente les pareciese suficiente, puede que incluso durmiesen bien por la noche pensando que hacían todo lo que debían.
No extrañó que desde el Gobierno central se decidiese dar un aprobado general. De no haber sido así, la caída del rendimiento educativo del curso 19/20 hubiese superado a la caída del IBEX 35.
No daremos nombres de los centros educativos ni de los profesores, pues estas líneas no están pensadas para denunciar a nadie en concreto. Pero sí persiguen que al leerlas se sonrojen todos aquellos que se vean reflejados en ese comportamiento, que sientan la denuncia como personal, y que se avergüencen por poner en riesgo la educación de sus alumnos, nuestros hijos. Y por encima de todo, que se pongan las pilas en las semanas que quedan para que estén a la altura de las circunstancias en el próximo e inminente curso 20/21.
La situación es muy compleja para todos, el trabajo escasea y las necesidades económicas son muy visibles en cualquier calle, en cualquier barrio. Todos estamos obligados a dar lo mejor de nosotros mismos, a reinventarnos, a sacar lo mejor de nosotros una vez y otra, cada día.
Así que estas líneas están dirigidas a todos esos profesores que sencillamente no han estado a la altura. Que dejen de protestar por lo mal que está todo y que se pongan a trabajar ya.
Y si tienen que aprender informática, más allá de enviar un correo o usar WhatsApp, ¡que lo hagan! Y si tienen que convertirse en youtubers, ¡que se conviertan! Pero rápido, está en juego la educación de nuestros hijos, que es lo más valioso que como sociedad podemos darles, y no podemos castigarles con otro trimestre perdido.
En marzo, como a los políticos, les valió a duras penas decir que nadie podía esperar una situación así. Ahora ya eso no les vale, nadie les salvará ya de ser la vergüenza de su profesión. Está en juego la educación de nuestros hijos, el futuro de nuestra sociedad, y eso está por encima de todo.
Así que, tú, profesor rezagado, ponte las pilas. Elegiste una profesión dura, lo sabemos, pero ahora es cuando debes poner toda la carne en el asador. Hazte merecedor de nuestros aplausos. Y tú, jefe de estudios, haz todo lo que esté en tus manos para asegurar que tus alumnos tengan realmente las herramientas adecuadas para poder seguir y aprovechar este próximo curso.
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