El monopoly (superpoly en la versión española) es uno de los juegos más populares en todo el mundo. Surgió en 1935 y se calcula que se han vendido más de 200 millones de copias, lo que equivale a más de 200 millones de familias que, sentadas en la mesa de la cocina o el comedor, pasan tardes ociosas tratando de adquirir el máximo número de propiedades posible al tiempo que dejan ‘desplumados’ y desahuciados’ a los contrincantes.
Este era el juego de mesa favorito de Félix Zapata, un estudiante de doctorado de química que ultima su tesis sobre química forense en la UAH que, con solo 12 años, harto de jugar al monopoly convencional, pensó que era necesaria más emoción y creó su propio tablero, que se acopla al de siempre y amplía las posibilidades de juego, haciéndolo más entretenido.
El tablero de Félix tiene un total de 68 casillas y dispone de un hueco en el centro para acoplar el tablero convencional, con el que se intercomunica a través de casillas a las que denomina ‘pasadizos’. Las casillas del nuevo tablero son del mismo tipo que las del de siempre: casillas para edificar, casillas sorpresa y casillas de caja, con la novedad de que las nuevas tarjetas de caja y sorpresa pueden mover al jugador de un tablero a otro. Asimismo, al ampliarse las casillas, también se duplica el dinero que se aporta a cada jugador al inicio de la partida. ‘Este tablero hace el juego más entretenido porque abre nuevas posibilidades y estrategias, añade nuevos territorios para comprar y vender y, sobre todo al principio, no sabes cómo afecta la ampliación al conjunto del juego, así que es más emocionante’.
Más allá de la estructura del invento, lo más importante de todo es que con solo 12 años, armado con cartón, pinturas y mucha imaginación, este estudiante de la UAH logró enriquecer un juego que, Navidad tras Navidad, se actualiza cambiando el nombre de las calles o se versiona con la película del momento, pero mantiene perenne la estructura del juego.
El tablero de Félix permaneció en un cajón durante años, solo recordado cuando los amigos se animaban a jugar una partida, hasta que hace 3 años, después de asistir a un curso de emprendedor en la Universidad de Alcalá, donde se abordó el asunto del registro de patentes, decidió patentarlo. ‘Vi que podía patentarlo como ‘modelo de utilidad’ y me decidí a hacerlo. Aceptaron mi propuesta de tablero y terminamos los trámites’.
Hasta ahora, ni la empresa que distribuye el juego, ni la que lo comercializa en España han contactado con Félix, ni se han interesado por el invento, pero el estudiante de la UAH considera que ‘el proceso de la patente ha sido todo un aprendizaje, sobre todo para un investigador como yo, que aspira, claro, a poder patentar algún hallazgo fruto de mi investigación en la química’.
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