En 1568 y por decisión personal del rey Felipe II, se trasladaron a Alcalá de Henares las reliquias de los Santos Justo y Pastor.
Conocemos los detalles del recibimiento a los niños mártires gracias a la narración que hizo Antonio de Morales[1] en una obra hagiográfica, La vida, el martyrio, la invencion, las grandezas y las traslaciones de los gloriosos niños martyres San Iusto y Pastor, en la que se hace un relato pormenorizado de las festividades y ceremonias con las que se celebró la entrada de las reliquias en la ciudad.
El interés de la ciudad de Alcalá por recuperar las reliquias de los Santos Niños de remonta a finales del siglo XV, impulsado por los arzobispos de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña, Pedro González de Mendoza y Francisco Jiménez de Cisneros. Este interés se renueva en el siglo XVI, tras las disposiciones tomadas por el Concilio de Trento sobre el tema de las reliquias.
Las reliquias de los Santos Niños, que se encontraban en la parroquia de San Pedro el Viejo de Huesca, se introdujeron en un arca sellada y a lomos de una acémila fueron trasladados solemnemente a Alcalá.
La entrada triunfal de las reliquias en Alcalá de Henares tuvo lugar el 7 de marzo de 1568. Para la entronización de aquellos sagrados restos dignos de veneración, la ciudad no regateó en preparativos, no faltaron la ostentación, el lujo, la pompa y el esplendor.
La Clerecía llegó a número de trescientos Sacerdotes, que iban con sobrepellizes, entre ellos los Colegios de la Universidad, que son más de ciento y cincuenta personas entre Gramáticos, Lógicos y Físicos, y Metafísicos y Trilingües, y Teólogos. Seguían los Religiosos de San Bernardo, San Francisco, Santo Domingo, Santo Agustín, Carmelitas, Trinitarios, y de la Merced, que de todas estas Ordenes hay Monesterios o Colegios aquí en Alcalá, y llegaron á número de dos cientos Religiosos, y los de la Compañía de Jesús eran más de quarenta. (Morales, 1793: 211)
A lo largo del recorrido de las reliquias se engalanaron las calles con catafalcos, arcos triunfales y arquitecturas efímeras.
La comitiva entró en la ciudad por la Puerta de Guadalajara, desde donde se dirigió al colegio de la Compañía de Jesús, parando en su engalanada puerta donde hubo música:
En entrando por esta puerta está luego el Colegio de la Compañía de Jesús y aquel día estaba toda la delantera muy ricamente entapizada y avia hecho un altar muy principal y muy adornado, y sobre la tapiceria y doseles estavan puestos muchos cartones con muchos versos latinos y castellanos…. (Morales, 1793: 147)
Gracias a la obra de Ambrosio de Morales conocemos algunos de los versos con los que participó la Compañía de Jesús en el traslado de las reliquias de los santos Justo y Pastor. A pesar de que desconocemos sus autores, por el interés que tienen, las incluimos a continuación:
En la Compañía de Jesús.
A quien cansa ya la vida,
Y es forzado de partir,
Atemoriza el morir,
Quanto mas á quien convida
La edad y mundo á vivir.
A morir faltar temor
Quando la pasion gobierna,
Es milagro; y muy mayor
Tal ánimo y tanto amor
En edad tan simple y tierna.
Grande ánimo es menester
Para no temer la muerte,
Y para trocar la suerte
Del deleyte en padecer.
Amor valeroso y fuerte.
Los niños, que no curáron
Del halago ni el furor,
Trocando en muerte y dolor
Sus placeres, alcanzaron
Tal animo y tanto amor.
Aunque á Dios nunca pagamos
Con todo lo que tenemos,
Porque eso y mas le debemos,
Justos somos si le damos
Algo de lo que podemos.
Pues haberlo todo dado
Los niños por su señor,
Y por trabajo, ó temor
No apartarse del ganado,
Bien es de Justo y Pastor
(Morales, 1793: 229)
En la misma Compañía de Jesús.
Quando la edad es cumplida,
Sábia y fuerte, no me espanto
Que uno sepa, y pueda tanto,
Que trueque en muerte la vida
Por cobrar vida de Santo.
Mas trocar edad que empieza
Con muerte por vida eterna,
¿Quién vid o tal madureza
Junta con tal fortaleza
En edad tan simple y tierna?
Acometer á la muerte
Con las armas del tormento
es muy grande atrevimiento,
Y aunque esto es de ánimo fuerte,
Amarlo, es de amor sin cuento.
Y ambas cosas de una vez
Hicieron Justo y Pastor,
Que a tal muerte y tal dolor
Tuvieron en tal niñez
Tal animo y tanto amor.
Alcanzaron una palma
Justo y Pastor, y hicieron
Un cayado con que asieron
Con el fiel gancho del alma
Al cordero á quien siguieron.
La palma es haber triunfado
De tan fuerte guerreador,
Y el cayado es el amor:
Tal palma y tan buen cayado
Bien son de Justo y Pastor.
(Morales, 1793: 229-230)
En la Compañía de Jesús
Entre las cosas que vemos
Que rehúye el afición,
Tres penas terribles son
Las mayores que sabemos,
Muerte, tormento y prisión,
Pero aquellos, que el poder
Soberano hizo fuertes,
Libertad, vida, y placer
Tuvieron en padecer
Prisión, tormentos y muertes.
Poca fue la fortaleza
Del que al mundo sujetó
Quando á si no se venció:
Mas, amor, á tu destreza
El mismo Dios se rindió.
Pues que venciste en tal guerra
A tan fuerte y tal señor,
¿Que diré de tu valor?
Que en los Cielos y en la tierra
Todo lo vences, amor.
Las invenciones y brío
De tormentos que ha forjado
El demonio, ha quebrantado
Amor con su poderío
Por transformarse en su amado.
Pues los experimentados
Hablarán desto mejor
Que han probado su valor
Por testigos abonados,
Díganla Justo y Pastor.
Martirio es don soberano,
Para el qual la fortaleza
De los hombres es flaqueza
Pero la divina mano
A lo flaco da firmeza.
Mucho es que dando á escoger
A hombres robustos dos suertes,
Quieran tormentos y muertes,
Mas espanta el padecer
Niños tiernos y tan fuertes.
(Morales, 1793: 231-232)
En la misma Compañía de Jesús
Entraron en una suerte
Justo y Pastor con porfía
De saber qual les caería
Prision, tormentos y muerte,
O deleytes y alegría.
Metió la mano el amor,
Que es el que saca estas suertes,
Y cupo á Justo y Pastor
Trabajos, pena y dolor,
Prision, tormentos y muertes.
Muerte y dolor fuertes fueron,
Mas el amor fué mas fuerte,
Pues dos niños que quisiéron
Tan facilmente vencieron
Con el amor á la muerte.
Es la victoria mayor
Muriendo alcanzar victoria,
Y esto puede tu valor
Tu que con extraña gloria
Todo lo vences y amor.
El que da eterna memoria
A un breve acontecimiento,
Quien un pequeño tormento
Paga con inmortal gloria,
Bien paga por uno ciento.
Pues porque mejor se sienta
Si es Dios tan buen pagador,
Quién nos lo dirá mejor,
Que quien bien lo experimenta;
Díganlo Justo y Pastor.
Dos á multitud sin cuento
Dan la batalla reñida,
Do combaten muerte y vida,
Y aunque le ayudó el tormento,
La muerte quedó vencida.
Vencieron Justo y Pastor,
Y vencieran cien mil muertes,
Porque socorrió el amor
Mereciendo tal favor
Niños tiernos y tan fuertes.
(Morales, 1793: 232)
El recorrido por las calles alcalaínas estaba adornado con tapices y cartones pintados con emblemas, en los que aparecían representadas algunas figuras y en las que se incluían poemas o textos explicativos.
En la procesión participaban, además de soldados, músicos, pendones, cruces, sacerdotes, representantes de la Universidad y la nobleza, numerosos religiosos de las órdenes que tenían su asiento en la ciudad, entre ellos más de cuarenta miembros de la Compañía de Jesús.
De esta forma festiva y solemne continuó la comitiva portando las reliquias, hasta llegar a la iglesia Magistral donde fueron instaladas en la cripta de los Santos Niños.
Texto remitido por: Juan Diaz Risco
Juan Díaz Risco
Juan Díaz Risco nace en Badajoz, en 1946. Ha alternado su vida laboral como técnico electrónico con el estudio de la Historia, siendo en esta materia un verdadero autodidacta. Asiste a tres cursos de Historia en la Universidad de Alcalá con la que colabora en la obra Profesores y estudiantes. Biografía colectiva de la Universidad de Alcalá (1508-1836).
Actualmente es miembro de la Asociación de Escritores de Madrid, de la Asociación de amigos de la Universidad de Alcalá y de la Institución de Estudios Complutenses. Otras obras: Diego de Torres Bollo. Fundador de las Reducciones del Paraguay; Francisco de Villanueva, primer jesuita alumno de la Universidad de Alcalá.
[1] Ambrosio de Morales nació en Córdoba en 1513. Historiador y arqueólogo, estudió en la Universidad de Salamanca donde fue discípulo de Melchor Cano. En 1533 ingresó en los jerónimos. Tras ser ordenado sacerdote, se dedicó a enseñar retórica en la Universidad de Alcalá (1550). Fue cronista de Castilla en 1563. En 1567 fue nombrado procurador en el proceso de canonización de fray Diego de Alcalá. Intervino como juez en el certamen conmemorativo celebrado con motivo del traslado a Alcalá de las reliquias de los mártires Justo y Pastor. Falleció en Córdoba en 1591.
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