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La Casa de Asturias de Alcalá de Henares celebró el Día Internacional de la Mujer


Los asturianos de Alcalá celebraron el Día Internacional de la Mujer reuniendo a personas comprometidas con la igualdad y la justicia. Durante la jornada, la Casa de Asturias rindió homenaje a todas aquellas mujeres que, con su esfuerzo y determinación, han allanado el camino hacia una sociedad más justa y equitativa.

Desde las mujeres mineras, que con valentía desafiaron las adversidades en las cuencas asturianas, hasta figuras icónicas como Rosario Acuña y Corín Tellado, su legado sigue inspirando a generaciones presentes y futuras.

El evento no solo sirvió para recordar los logros alcanzados, sino también para reflexionar sobre los desafíos que aún persisten. A través de relatos conmovedores y un impactante monólogo interpretado por Marta Fernández, basado en la obra «La Secretaria» de José Luis Ruidal, se puso de manifiesto la lucha contra el machismo en el entorno laboral, una realidad que, aunque parezca superada, sigue presente en muchos ámbitos.

Uno de los momentos más emotivos de la jornada fue la actuación del grupo de pandereteras, que interpretó una canción de La Mare, cuya letra, aunque no es asturiana, encierra un mensaje de lucha y reivindicación profundamente significativo para este día. Además, la decoración del recinto estuvo cargada de simbolismo: los carteles exhibidos contenían frases extraídas de las canciones que sonaron en la folixa, todas ellas con un mensaje de empoderamiento y resistencia.

Doy mi voz

El lema del evento fue ‘Doy mi voz’, extraído de la canción ‘El grito necesario’. Voluntariamente, los asistentes dieron su voz escribiendo sus mensajes en un post-it y colocándolo en el cartel de la entrada, creando así un mural colectivo lleno de reflexiones y compromisos con la igualdad.

El evento concluyó con un ambiente de celebración y compromiso renovado. La folixa permitió a todos los asistentes disfrutar de la música y el baile, cerrando con alegría una jornada que reafirmó la importancia de continuar la lucha por la igualdad.

“Porque la igualdad no es solo un derecho, sino una responsabilidad compartida por todas y todos”, afirman desde la Casa de Asturias de Alcalá de Henares.

‘Machismo encubierto’

Además, en el acto, Maite iglesias y Raquel Calvo leyeron el artículo ‘Machismo encubierto’, que escribió la Secretaria de la Casa de Asturias de Alcalá de Henares, María José García.

Hoy, en este Día Internacional de la Mujer, nos detenemos a reflexionar sobre una realidad que sigue afectando profundamente a las mujeres: el machismo encubierto que persiste en nuestra sociedad y, en especial, entre las generaciones más jóvenes. Ese machismo que no se grita, pero que se insinúa, se murmura y se disfraza de normalidad. Queremos hablar de él, ponerle nombre y hacerlo visible, porque no podemos combatir lo que decidimos ignorar.

Vamos a exponer una situación demasiado común.

Ella y él compartían algo ligero, sin promesas ni compromisos. Eran amigos, compañeros de momentos robados, de besos a medias y caricias sin futuro. A ella le gustaba, aunque sabía que no eran pareja, que lo suyo no era una historia de amor.

El tiempo pasó y, mientras su relación sin nombre continuaba, él también se veía con otra chica del grupo. Para él, parecía un juego de equilibrios, de encuentros sin ataduras. Para ellas, sin embargo, era diferente.

Cuando ella descubrió que la otra chica tenía sentimientos reales por él, algo dentro de sí se removió. No podía ignorarlo. No podía seguir siendo parte de una historia donde alguien saldría lastimado. Y así, con la madurez de quien entiende el peso de sus actos, tomó una decisión.

Habló con él, con sinceridad y respeto. Le dijo que no quería seguir viéndolo. No por celos ni por rabia, sino por algo más profundo: por empatía. Porque sabía lo que era querer a alguien que no te elige del todo. Porque entendía que no era justo para la otra chica.

Esperaba comprensión. O al menos, respeto. Pero en lugar de eso, recibió indiferencia primero, desprecio, después. Él, herido en su orgullo, comenzó a esparcir palabras que la pintaban como la mala de la historia. Decía que solo había estado con ella por interés, que nunca había significado nada.

De repente, se encontró sola. Aquellas a las que creía amigas le dieron la espalda, y en sus bocas empezaron a aparecer palabras llenas de veneno. ‘Puta’, la llamaron. Ella, que había puesto límites, que había demostrado respeto por los sentimientos ajenos, se vio convertida en la villana de una historia que nunca buscó protagonizar.

La otra chica, lejos de agradecer su gesto, convirtió el rencor en un arma. Empezó a difundir bulos por las redes, tergiversando la verdad hasta hacerla irreconocible. La llamaban ‘quita novios’, ‘zorra’, como si su libertad fuese un crimen imperdonable. Los mensajes corrían de boca en boca, las miradas se volvían cuchillas cada vez que ella pasaba. Las risas que antes compartían se transformaron en susurros a su espalda.

No se conformaron con las palabras. En los pasillos, la otra chica encontraba formas sutiles de hacerla sentir pequeña: empujones disimulados, lo bastante firmes para hacerle perder el equilibrio, pero lo bastante sigilosos para que nadie más lo notara. Cada día, un nuevo rumor, una nueva burla. Poco a poco, las amistades se desvanecieron. Aquellos que antes la buscaban para reír, ahora la evitaban, como si su presencia fuera una amenaza.

Y así, por hacer lo correcto, por actuar con empatía y dignidad, quedó aislada. El precio de su madurez fue la soledad y el juicio despiadado de quienes prefirieron creer en una historia distorsionada. Porque cuando una chica toma decisiones por sí misma, siempre habrá quienes intenten castigarla por no encajar en lo que esperan de ella.

Aun así, ella siguió en pie, herida pero íntegra. Porque aunque el mundo se volviera en su contra, sabía que no había hecho nada malo. Y con el tiempo, aprendió que la verdad, por más que la oculten los rumores, siempre encuentra la manera de salir a la luz.

Así es como funciona el machismo encubierto: castiga la libertad, condena la valentía y silencia la madurez. La culpa recayó sobre sus hombros, mientras los demás seguían su vida como si nada. Ella, por actuar con nobleza, fue la que salió mal parada.

Mientras el mundo hablaba, ella entendió algo: no necesitaba la aprobación de aquellos que no supieron ver su valor. Porque ser la villana en una historia mal contada no la hacía mala persona. Y, al final, su dignidad era su mejor compañía.

Aunque el peso de las palabras doliera, llevaba consigo la tranquilidad de haber hecho lo correcto. Porque al final, ser fiel a uno mismo siempre será más valiente que ceder a la ignorancia de los demás.

¿Qué nos dice esto sobre nuestra sociedad? Que seguimos juzgando a las mujeres con un doble rasero cruel. Que el peso del juicio social recae sobre ellas, mientras que a los hombres se les concede el beneficio de la duda o incluso se les celebra por los mismos comportamientos que condenan a las mujeres. Y que el machismo no es solo cosa de hombres: muchas veces somos las propias mujeres, especialmente jóvenes, quienes, conscientes o no, perpetuamos estas dinámicas dañinas al juzgar y excluir a otras en lugar de apoyarlas.

Esta historia, que parece anecdótica, es solo un reflejo de algo más grande. Es el eco de una sociedad que aún enseña, de formas sutiles y profundas, que la valía de una mujer está ligada a cómo la perciben los demás, mientras que a los hombres se les permite moverse con total libertad. Es una prueba de cómo el machismo encubierto alimenta rivalidades entre mujeres, en lugar de fomentar solidaridad. Y es un recordatorio de que la lucha por la igualdad no está terminada.

Por eso, en este Día de la Mujer, hacemos un llamamiento a romper con estas dinámicas. A enseñar a nuestras jóvenes a valorarse entre ellas, a alzar la voz frente a las injusticias y a no tolerar las etiquetas que intentan encasillar a las mujeres. A enseñar a los chicos a respetar, a asumir responsabilidades y a ser conscientes de cómo sus actos pueden impactar la vida de quienes les rodean.

Es responsabilidad de todas y todos construir un entorno donde las mujeres no tengan que cargar con el peso del juicio social, donde la sororidad sea más fuerte que los estigmas y donde el respeto y la empatía sean la norma. Donde también existan personas valientes que, al presenciar una injusticia, no guarden silencio, que alcen la voz y no dejen sola a nadie.

Porque el cambio empieza aquí, con nosotros. Con historias que no se ignoran, con dinámicas que no se aceptan, con jóvenes que entienden que la igualdad no es negociable y que el silencio, ante el dolor ajeno, nunca debe ser una opción.

Que este Día de la Mujer nos sirva para recordar que la verdadera revolución empieza en lo cotidiano: en cómo hablamos, cómo actuamos y cómo enseñamos a las generaciones que vienen. Cada gesto cuenta, cada palabra importa, y el cambio real se construye día a día, entre todas y todos.

A las mujeres de ayer, de hoy y de siempre: gracias por vuestra valentía, resistencia y fuerza. Seguiremos caminando juntas, porque sólo juntas, y con aliados que respeten, acompañen y entiendan que la lucha es de todas y todos, lograremos erradicar las sombras del machismo.

Por un mundo donde ser mujer sea motivo de orgullo y nunca de desigualdad. Donde chicas y chicos trabajemos codo a codo por un futuro más justo, más libre y más igualitario para todas las personas.

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