Tanto Quevedo como el Príncipe de los Ingenios vivieron en Alcalá y Madrid. Si bien el primero nació en la capital y vivió su época de estudiante en la ciudad complutense, el segundo nació en la calle Mayor (donde se encuentra su casa natal) y después se marchó a vivir a Madrid.
Ambos fueron soldados –Cervantes en Los Tercios y Quevedo como caballero de la orden de Santiago- además de que los dos se marcharon a Valladolid, el madrileño para seguir sus estudios y el segundo para buscarse la vida.
Curiosa es también la estancia de los dos escritores en Italia. Cervantes se embarcó en “la más alta ocasión que vieron los siglos”, o lo que es lo mismo La Batalla de Lepanto. Por su parte Quevedo tuvo misiones diplomáticas, tanto o más importantes, en Nápoles para defender el virreinato a las órdenes del Duque de Osuna.
Eso sin contar con las enconadas luchas que ambos tuvieron con otros artistas contemporáneos. Bien conocida es la pelea que sostenía Cervantes con Lope de Vega, pero no era menos la que sostenía Quevedo con Góngora. Esta última fue debido a la acusación que recibió el madrileño de copiar los poemas al poeta cordobés durante la estancia de ambos en Valladolid.
A partir de ahí, Góngora atacaba con poemas en contra de quien creía ganaba fama a su costa. Quevedo entró al trapo y publicó nuevos versos contra el andaluz. La enemistad se alargó hasta la muerte del Góngora.
Pero si hay una historia increíble de Quevedo es la que le sucedió en el Colegio Mayor de San Ildefonso. Francisco de Quevedo estudió Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse, así como lenguas antiguas y modernas.
«Ni sube ni baja ni está quedo»
Según cuenta el Instituto Cisneros de la Universidad de Alcalá, la anécdota más famosa de su paso por la ciudad se refiere a la vida de estudiante. En aquellos años del siglo de Oro eran frecuentes las peleas y las aventuras picarescas entre los estudiantes, que no respetaban siempre la clausura a la que obligaban las Constituciones.
Algunos no eran demasiado asiduos a las aulas y eran excesivamente bulliciosos fuera de ellas. Los que vivían en colegios menores o en el Mayor de San Ildefonso estaban sujetos a clausura, y sólo podían salir del mismo sin compañía cuando iban a clase, pero a menudo se escapaban para divertirse.
Una noche se descolgaba Quevedo por una ventana cuando fue descubierto por la ronda: sus compañeros comenzaron a balancearlo mientras la ronda preguntaba la identidad del prófugo, y él respondió: “El Señor don Francisco de Quevedo que ni sube ni baja ni está quedo”.
De su heterogénea obra, es en la Vida del Buscón llamado Pablos donde aparece numerosas veces citada Alcalá de Henares, puesto que parte de la acción transcurre en su Universidad.
Así por ejemplo, en el Capítulo V del Libro primero el pícaro Pablos se lamenta de que […] Casi era peor lo que había pasado en Alcalá en un día que todo lo que me sucedió con [el dómine] Cabra.
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