En los institutos y en los colegios, el alumnado, el futuro de nuestra sociedad, pasa una media de entre seis y ocho horas, es decir, una jornada laboral estándar. En ese tiempo no solo reciben formación académica, también socializan, investigan sobre sus capacidades, sobre lo que les rodea, sobre ellos mismos y sus iguales. Esto resulta imposible sin unas ratios que permitan una atención adecuada.
Los institutos son protosociedades, con sus límites y su laxitud, pero espacios regidos por normas, que emulan las normas de la sociedad, y por valores, aquellos valores que deseamos para la sociedad adulta. Para que estos espacios funcionen contamos a nivel interno, con dirección, administración, jefatura de estudios, personal de limpieza, cafetería y el profesorado, a nivel externo debemos contar con el propio alumnado, las familias, servicios sociales y los agentes políticos tanto municipales y autonómicos como estatales.
Tal vez esto parezca obvio, una realidad que cuando nos la presentan así resulta evidente y, sin embargo, no lo es. Desde la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, no escuchan a aquellos que trabajan diariamente en los centros escolares, no prestan atención a las demandas que se llevan haciendo desde hace años: bajen las ratios. Es cierto que vivimos una situación excepcional debido a la pandemia del COVID-19, pero esto no es de ayer, ni de antes de ayer.
Como profesor puedo hablar de las dificultades que supone la enseñanza con un buen grupo, no hablo de buenos o malos alumnos, sino de grupos que funcionan, que están cohesionados, que aportan dentro de sus posibilidades un poco para que el tiempo sea lo mejor posible, para que haya un aprendizaje significativo, para que en sesenta minutos haya espacio para trabajar, reír, escuchar y preguntar las dudas. Esa realidad es excepcional.
En el día a día son treinta y una personas compartiendo un espacio reducido, treinta de ellas están en un proceso de autoconocimiento, de desarrollo de pensamiento abstracto, con problemas tan importantes para ellas como lo son los nuestros para los adultos, y además formándose en cuestiones que, en muchos casos, no están relacionadas con su día a día, a esa situación sumen conflictos entre ellos, sumen mascarilla, sumen medidas sanitarias, y súmennos a nosotros, al profesorado.
Por cada aula incluyan diferencias de velocidad de aprendizaje, lo que un alumno puede coger al vuelo otro necesita más tiempo o más trabajo o atención personalizada, sumen alumnado con diversidad funcional, en ocasiones Trastorno de Espectro Autista, sumen Hiperactividad, sumen alumnado que no domina totalmente el idioma o que proviene de otro centro donde se imparte el conocimiento a otro ritmo o de otra manera, esa es la realidad de las aulas.
Es evidente que las ratios no son la panacea mágica, pero con menor número de alumnado mejora la calidad formativa y educativa, el profesorado puede atender con mayor efectividad las necesidades de las personas que están en el aula, se puede adaptar de forma más eficaz cada clase y el mensaje que se quiere transmitir cada jornada. En muchas ocasiones no es cuestión de tecnología punta, sino de inversión en espacio y en profesorado, una tablet o una pizarra electrónica ayudan, pero son la punta del Iceberg educativo.
Estos días hemos asistido a la renuncia de la calidad educativa con el regreso de las ratios prepandemia, la excusa es la recuperación formativa para los alumnos, la realidad es que el dinero destinado a Educación es cada vez menor. Han intentado transmitir que se van a contratar cerca de más de 3000 nuevos profesores en la Comunidad, sin embargo, tal y como señala Isabel Galvín, Secretaria de Enseñanza de CCOO, estos puestos no son nuevos, sino que ya están siendo ocupados actualmente por profesorado interino, este curso arranca con un desfase de 5000 profesores menos con respecto al curso anterior, basta de utilizar las cifras.
No va a ser posible mantener la distancia de seguridad entre pupitres con las ratios anteriores a la pandemia, no es posible formar adecuadamente a nuestro futuro con treinta o treinta y cinco alumnos por aula, no es posible atender las necesidades del alumnado, como no lo era antes, con las ratios prepandemia.
Escuchemos de una vez a los agentes educativos y comprometámonos con el futuro. Por todo ello llevamos ante el próximo pleno una moción conjunta para solicitar la mejora en la calidad educativa, y que primen la seguridad sanitaria y la educación sobre las excusas y la dejadez del gobierno autonómico.
“Sin formación, sin aprendizaje, sin pensamiento crítico, sólo somos máquinas productivas, la educación es la puerta del cambio.”
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