La Universidad de Alcalá (UAH) ha celebrado hoy uno de los actos centrales de la conmemoración del V Centenario del fallecimiento de Antonio de Nebrija. La Capilla de San Ildefonso ha acogido la presentación de una placa con el texto del que habría sido el epitafio de la tumba del humanista, catedrático de Retórica en la UAH, donde fue enterrado hace ahora 500 años.
En el acto han participado José Vicente Saz, rector de la Universidad de Alcalá; José Raúl Fernández del Castillo, director para las Artes y Cultura de la UAH; José Muñiz, rector de la Universidad Nebrija y presidente de la Comisión Interadministrativa del centenario; Ana Santos, directora de la Biblioteca Nacional de España; y Javier Rodríguez Palacios, alcalde de Alcalá de Henares. En el vídeo superior pueden verse sus intervenciones, así como el acto de descubrimiento del que habría sido el epitafio de la tumba del humanista Antonio de Nebrija.
Además, Antonio Alvar, catedrático de Filología Latina de la UAH, ha relatado cómo fue el paso de Antonio de Nebrija por Alcalá y su Universidad, su relación con el Cardenal Cisneros y las circunstancias de su fallecimiento y posterior enterramiento en julio de 1522.
500 años después, la Universidad de Alcalá ha presentado su epitafio en el mismo lugar, la Capilla de San Ildefonso, donde reposarían los restos de Nebrija, texto en latín que se lee en la versión manuscrita de la biografía del cardenal Cisneros que escribió Álvar Gómez de Castro (AHN, Universidades, leg, 717, f. 187r), cuya autoría se atribuye a Juan de Vergara y a Fabián de Lebrixa, y que dice así:
Los huesos niegan al hombre, mas por su virtud sus trabajos -gloria eterna- niegan que él haya podido morir. Aquí está el bético, yace Nebrija en este sepulcro, aquí se esconden las Musas y callan a la Retórica.
Diego Gibanel, presidente del Consejo de Estudiantes de la UAH y alumno del Grado en Estudios Hispánicos, ha leído un poema en latín y, a continuación, Diego Tejedor (Delegación de estudiantes de Enfermería y Fisioterapia) y María Gómez (Delegación de estudiantes de Biología, Biología Sanitaria y Fisioterapia) han colocado una corona de laurel junto al epitafio, recordando así el homenaje que, durante varios años, rindieron los alumnos a Nebrija tras su fallecimiento.
En su intervención, José Vicente Saz ha señalado que la historia de la Universidad de Alcalá no puede comprenderse sin la figura de Nebrija ni la vida del erudito se entendería sin su paso por ella y ha destacado que, ‘con su alma inquieta y curiosa, y unos principios éticos y humanos inexorablemente unidos a su persona y su labor intelectual, el hombre que introdujo el Renacimiento en España apostaba por una búsqueda de la verdad libre de prejuicios, que trataba con objetividad el conocimiento, independientemente de su procedencia, lengua, religión, u otros condicionantes. Y se adelantó a su tiempo en numerosas ocasiones’.
Rodríguez Palacios ha afirmado que Antonio de Nebrija es recordado hoy ‘por su experiencia de vida, por tomar las decisiones correctas, y la Universidad nos ayuda a formarnos y a partir del siglo XVI comenzó con ellas la evolución del ser humano, el progreso. Hoy en Alcalá reivindicamos que la historia está cargada de futuro y la Universidad será protagonista como lo fue en el siglo XVI’.
El acto ha finalizado con una intervención musical del grupo de cámara de la Orquesta de la Universidad de Alcalá, que ha interpretado piezas de Juan del Encina (1468-1529), extraídas del Cancionero Musical de Palacio (ss. XV-XVI).
Nebrija, humanista y polímata
Elio Antonio de Nebrija (Lebrija, c. 1441-Alcalá de Henares, 1522) fue el primer humanista hispánico, célebre por su Gramática castellana (1492), primera gramática en una lengua europea moderna. Su legado es de enorme influencia no sólo en España sino también en Europa y América: las gramáticas europeas y la preservación de las lenguas indígenas precolombinas gracias a las gramáticas amerindias, deben mucho a Nebrija.
Fue catedrático de la Universidad de Alcalá y como tal, tras su fallecimiento, sus restos descansarían en la Capilla de San Ildefonso, en una zona próxima al sepulcro del Cardenal Cisneros, reservada a quienes eran profesores de la Universidad de Alcalá.
Por esa vinculación con la ciudad y su Universidad, la UAH y el Ayuntamiento de Alcalá de Henares forman parte de la Comisión Interadministrativa del V Centenario del fallecimiento de Antonio de Nebrija, junto a los ministerios de Cultura y Deporte, de Hacienda y de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación; la Fundación Antonio de Nebrija (Universidad Nebrija); los ayuntamientos de Lebrija, Salamanca y Sevilla; el Instituto Cervantes; la Biblioteca Nacional de España (BNE); la Real Academia Española (RAE); Acción Cultural Española y la Universidad de Salamanca.
Discurso del rector
La Universidad de Alcalá, en cuyo nombre les saludo, hace suyas las alabanzas que, en una epístola a Luis Vives, dedicaba Erasmo de Rotterdam a Elio Antonio de Nebrija, a quien consideraba “el príncipe y ornamento de la Academia Complutense, por quien tanto nombre ha ganado esta universidad1”.
Su implacable “guerra a sangre y fuego2” contra la ignorancia, con la gramática como arma, convirtió a Nebrija, de voz tenue, piernas delgadas, ojos llamativamente pequeños y estatura mediana y achaparrada3, en un gigante de la historia.
Beligerante, erudito, vocacional, apasionado, riguroso, insobornable y tenaz. Desde la vocación, el coraje y el rigor, con su enorme talento, agudeza de pensamiento, capacidad crítica e indiscutible sentido del humor, dedicó su vida a la empresa de demostrar que el saber solo era tal si se expresaba apropiadamente. Y así, convencido de que “para el colmo de nuestra felicidad y cumplimiento de todos los bienes, ninguna otra cosa nos falta sino el conocimiento de la lengua4”, el primer humanista renacentista de la Península Ibérica inició, con una modernidad sin precedentes en su tiempo, una nueva era en la cultura de nuestro país.
Con su alma inquieta y curiosa, y unos principios éticos y humanos inexorablemente unidos a su persona y su labor intelectual, el hombre que introdujo el Renacimiento en España apostaba por una búsqueda de la verdad libre de prejuicios, que trataba con objetividad el conocimiento, independientemente de su procedencia, lengua, religión, u otros condicionantes. Y se adelantó a su tiempo en numerosas ocasiones.
Más allá de elaborar la primera gramática de una lengua moderna europea, su Gramática de la lengua castellana, en 1492, y de ser el primer escritor en reclamar, en la Península Ibérica, derechos de autor5 para sus obras, Nebrija no titubeó al defenderse, y defender su trabajo, en el que se conoce como primer alegato contra la censura y por la libertad de expresión.
Me refiero a su ‘Apología’, que dedicó a Cisneros en 1507, y en la que declaraba lo siguiente: “Yo, que no imagino desvaríos, que no hago suposiciones, que no interpreto conjeturas, sino que deduzco con razones muy firmes, con argumentos irrefutables, con demostraciones apodícticas. ¿Qué diablos de servidumbre es esta, o qué dominación tan injusta y tiránica, que no se permita, respetando la piedad, decir libremente lo que se piensa?6” Este documento, así como el trato frecuente con el humanista, influyeron, según los estudiosos, en el criterio de Cisneros para realizar y facilitar la divulgación y lectura de la Biblia Políglota Complutense, obra magna del Cardenal, bien conocida por Nebrija, pues había participado en ella.
Durante años, el humanista y el cardenal mantuvieron una intensa relación de mutuo respeto y admiración, con algunas desavenencias que siempre fueron superadas. Nacidos, ambos, en la Edad Media y partícipes de una incipiente Edad Moderna, era más lo que les unía que lo que les separaba, a saber: su gran corazón, valentía, laboriosidad, constancia, y su necesidad de reformar, de perseguir sin descanso el bien común.
Sus proyectos de vida se engarzaron en numerosas ocasiones y, muy especialmente, en sus últimos años, en una jovencísima Universidad de Alcalá, donde un septuagenario Elio Antonio de Nebrija tomó posesión, por mediación de Cisneros, de la Cátedra de Retórica. Fernando de Balbás, quinto rector del Colegio Mayor de San Ildefonso, en el curso 1513/1514, lo relataba así: “El Cardenal, mi señor, holgó mucho de su venida y se lo agradeció; siendo yo Retor, mandó que le tratase muy bien y le asentase de cátedra sesenta mil maravedíes y cien fanegas de pan, y que leyese lo que él quisiese, y si no quisiese leer, que no leyese; y que esto no lo mandaba dar porque trabajase, sino por pagarle lo que le debía España7.”
Cisneros era consciente de la inmensa valía de Nebrija, el polímata, el hombre del Renacimiento que, en su afán por democratizar el conocimiento, y en obediencia a sus múltiples inquietudes, revolucionaría la Filología Clásica, afianzaría la española, y publicaría trabajos relativos a las más diversas materias, entre las que se encuentran Historia, Derecho, Pedagogía, Medicina, Matemáticas, Cosmografía, y un largo etcétera.
Lejos de atender a los consejos de Cisneros, cuando le animaba “a descansar y tratarse bien8”, Nebrija impartía sus lecciones ante auditorios llenos y devotos y, con su docencia, sus estudios e investigaciones, ayudó a consolidar la Universidad de Alcalá como centro de excelencia y referencia del humanismo renacentista en el mundo. Tras una década entre estos muros, falleció en 1522 y, el día de su entierro, sus alumnos de Retórica depositaron sobre su féretro dísticos latinos laudatorios dedicados al maestro9.
La historia de la Universidad de Alcalá no puede comprenderse sin la figura de Nebrija. Tampoco la vida del erudito se entendería sin su paso por nuestra universidad.
Aunque Nebrija se comparaba con la “antorcha que, difundiendo claridad y esplendor, paulatinamente se extingue y se consume10”, su luz no se apagará jamás. Ahora sabemos que su legado le abrió las puertas de la inmortalidad, y es cierto el epitafio que hoy presentamos, y que le dedicamos, cuando afirma que “por su virtud, sus trabajos niegan que él haya podido morir”.
Muchas gracias.
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